El estilo de Sever parte del Chicano clásico, pero lo lleva a otro plano: más limpio, más afilado, con alma dosmilera. Si ves uno de sus diseños lo reconoces. Lo delata la línea fina, los volúmenes que parecen cromados, y esa tensión entre agresividad y elegancia que tan bien maneja.
Su primer gran tatuaje fue una espalda completa con dos perros peleando, rodeados de tribales. “De momento, es el tattoo del que más orgulloso estoy”, dice. Y no es casualidad, una espalda da para mucho. Y ahí está su narrativa.
Barcelona como caldo de cultivo
Aunque su lenguaje visual venga del chicano que nació en Los Ángeles, Sever ha sabido adaptarlo su contexto. Barcelona ha sido clave en ese proceso. “La escena de aquí siempre ha sido culturalmente muy rica. Y ahora hay mucha gente nueva con estilos nuevos, eso nutre muchísimo”, explica. Sus primeros pasos fueron con blackwork más grueso y arrastrado, pero pronto se dio cuenta de que lo suyo era la finura: líneas finas, detalles minuciosos y sombras medidas al milímetro.
También ha crecido rodeado de referentes. “Por suerte mis amigxs siempre han sido mis referentes”, dice. Y se nota, en su obra hay un diálogo constante con otrxs artistas de la escena, como su “hermano” el Galgo Canalla, con quien sueña hacer un tatuaje conjunto. Entre ambos comparten una visión que mezcla el respeto por el pasado con la libertad del presente. Porque si algo tiene claro Sever es que este oficio se construye en red. El tattoo no es una carrera individual, sino una comunidad que se nutre y se pica a partes iguales.
Sever firma con un estilo que te muerde, pero con clase. Es tatuaje chicano, sí, pero no el de siempre.
Por eso su obra conecta con la gente. Porque es reconocible, pero no repetida. Peligrosa, pero estilizada. Tiene pasado, pero habla en presente. Sever va armado con líneas finas, cromados y un olfato callejero que huele a futuro brillante.
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