Hoy en día el universo del tatuaje tiene muchas referencias de prácticas y estilos que provienen de la cultura asiática. Fácilmente podemos reconocer temáticas orientales en nuestros tatuajes, como los dragones, las flores de almendro, e incluso las letras chinas. De la misma manera se han universalizado estilos del tatuaje que provienen de estos países, como el irezumi, el tatuaje chino, el anime o el suminagashi.
Aun así, y aunque pueda parecer sorprendente, en una parte de la cultura oriental la aguja y la tinta no son del todo bienvenidas… En el país nipón los orígenes de este conflicto tienen mucho que ver con la mafia del país, la Yakuza.
Hacemos un viaje al pasado hasta el periodo de 1603 – 1868, cuando la familia Tokugawa gobernaba Japón y lo que conocemos actualmente como Tokio tenía el nombre de Edo, el mismo nombre que la época de la que estamos hablando.
En ese momento se usaba el tatuaje para marcar a los delincuentes, aunque no era la primera vez en la historia que se usaba el tattoo con fines de criminalizar o diferenciar a los maleantes. En la antigua Grecia ya se usaba para marcar algunos esclavos. También se utilizaban de forma clasista, para diferenciar a las personas según su poder adquisitivo, su estatus social, etc. Por suerte, no duró mucho ya que en el periodo Meiji se acabó la censura y en el año 1872 los tattoos ya dejaron de estar prohibidos.
Desde entonces la tinta volvió a fluir y rápido formó parte de un movimiento clandestino de vendedores ambulantes y jugadores de apuestas, una unión de criminales que más adelante se organizarían bajo el nombre de los Yakuza.
Este fue y sigue siendo uno de los grupos más poderosos y temidos de la mafia japonesa, y el tatuaje siempre ha formado parte de su identidad… aunque no se tatúan como símbolo de pertenencia a la pandilla.
Dentro de la Yakuza los tattoos sirven para distinguir el rango, la familia a la que se pertenece y el lema. Habitualmente se empieza por un tatuaje pequeño al que se le añaden más motivos con los años, básicamente su piel acaba siendo un lienzo que describe su propia vida, y tatuársela es un ritual necesario para ser admitido. Los diseños siempre cubren las mismas partes del cuerpo de tal forma que permiten llevar la camisa abierta y los brazos arremangados sin que se vean los tatuajes.
Es tan influyente esta mafia que actualmente los tatuajes en este país son asociados a organizaciones criminales y conductas ilegales. En consecuencia, la entrada de personas con tatuajes está prohibida en muchos de los baños termales y públicos. Es probable que en algunos balnearios de Tokio te topes con un cartel que prohíbe los tatuajes y que te impide entrar a disfrutar de un buen baño. Un recurso en estos momentos de apuro puede ser unos parches adhesivos que se venden especialmente en las tiendas cercanas para cubrir tus diseños y así poder entrar.
Si bien hay baños muy estrictos con las normas alrededor del tatuaje, con los años las condiciones y los límites han sido cada vez más flexibles. Desde las instituciones hay un claro interés en que cada vez haya una mayor aceptación de tatuajes, sobre todo de los extranjeros; es por eso que si eres un turista con tattoos tendrás más opciones de entrar.
Hay zonas más permisivas como en los baños termales de Oita donde en 2019 se unieron y aceptaron a personas tatuadas en todas sus instalaciones con la excusa del mundial de rugby que se celebraba ese año, por suerte de muchos esa norma siguió vigente una vez terminado el campeonato. Pasa lo mismo en Dogo Onsen y en la zona de Nyuto Onsen, donde se puede ir a disfrutar de unos baños incluso con un blackout en todo el brazo.
Los tiempos cambian, y las normas también… pero si vas a Japón dentro de poco no olvides mirarte bien la lista de baños públicos donde poder entrar si no quieres que te miren como a uno de los Yakuza.