El tattoo que Borja le ha hecho a Raúl es uno de esos de toda la vida, de los que dicen “amor de madre” pero con un toque más original y muy valenciano. El tattoo tiene que ver con los recuerdos del barrio y con lo que significa crecer en la calle, escuchando reggaetón y buscando trabajo.
Mientras Borja prepara la aguja, la conversación se pone interesante.
¿Es apropiación cultural que un valenciano cante reguetón?
Raúl contesta, no con tono de entrevista, sino como lo hablaría con unx colega: directo, sin postureo. Dice que no todo el que hace reggaetón lo hace desde el respeto, pero que él sí. Que lo suyo es reivindicar el género. “Quiero que se me vea también como un reggaetonero”, dice, consciente de que mucha gente aún prejuzga.
Salen nombres: Rosalía, por ejemplo. “Ella estudió flamenco. Lo ama. Lo hace con cariño y respeto”. Entonces, ¿dónde está el límite entre homenaje y apropiación? Raúl lo tiene claro: la intención y el conocimiento importan más que el estilo. Lo mismo en el tattoo. “Hay tantos tatuadores haciendo tradicional americano… ¿y nadie dijo nunca que nos estemos apropiando”, reflexiona Borja enriqueciendo todavía más el debate.
Vamos con el tattoo de Raúl Clyde
Un clásico del tatuaje tradicional americano, sí, pero también un símbolo que conecta a Raúl con su infancia en Chirivella. “Me recuerda a cuando era pequeño, a la gente del barrio”, dice. El tattoo es un corazón con un manillar de bicicleta con el texto “MONTY LOVER” escrito. Una forma de recordarse a sí mismo de dónde viene. Valencia, su escena, su gente. Borja Silgado, que también es valenciano, entiende el sentimiento de Raúl. “Aquí hay muchos artistas increíbles. Hay que hacer algo por el arte de aquí”, insiste, con ese tono medio manifiesto, medio confesión.
Da igual el género o el estilo, lo importante es desde dónde se hace. Y en este tattoo con Borja Silgado queda claro que es un espacio para reivindicar. Un espacio para dejar huella y recordar que ser valenciano no está reñido con abrazar otras culturas.
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