Todes hemos cagado algo cuando empezamos a tatuar. Todes.
La diferencia entre quien sigue tatuando y quien abandona a la tercera línea torcida es que algunes aceptan que van a fallar y otres creen que son invencibles con una máquina recién comprada por AliExpress.
Si estás en la primera categoría: bienvenidx.
Este artículo es para ti.
Un poco guía, un poco confesionario, y bastante antídoto contra el ego tattoo precoz.
Spoiler: lo difícil es tatuar cuando no estás bien emocionalmente, cuando dudas de ti, cuando alguien te pone presión, cuando no sabes decir que no, cuando sientes que no estás listx y aun así tienes que hacerlo.
La técnica se aprende.
La autogestión, la paciencia y el temple… eso cuesta más.
Pero tranqui, se entrena. (Y si no sabes cómo, en el bootcamp te lo contamos con sangre –figurada– y piel –literal–.)
JAJAJA.
No.
La piel sintética no tiembla, no suda, no sangra ni se queja.
Tatuar piel real es otro planeta: con textura, poros, pliegues, opiniones y nervios.
La primera vez que clavé aguja en una pierna me sentí como si estuviera operando a corazón abierto.
(Era un infinito. Acabó pareciendo un gusano borracho.)
“Total, estoy empezando.”
Exacto, estás empezando, y por eso mismo necesitas que tu material no te joda más de lo necesario.
Una aguja defectuosa, una fuente inestable o una tinta de mierda no solo arruinan el resultado.
Te arruinan la confianza.
👉 Inviértete bien. Aunque sea poco, que sea decente. Si no sabes por dónde empezar, la shop está llena de cosas que no te van a traicionar.
Ves un diseño en Instagram, lo calcas y ¡bam!, lo tatúas.
¿Pero entiendes por qué esa línea está ahí? ¿Sabes por qué esa sombra funciona?
Tatuar no es calcar. Tatuar es traducir un concepto a piel.
Y si no entiendes el idioma, vas a acabar tatuando algo que no se aguanta con el tiempo (ni contigo).
Si no lo ves claro: pregunta. Aprende. Observa. Equivócate con cabeza.
Tu ex.
Tu compi de curro que no se calla.
Tu prima que quiere “algo discreto, rollo zen, pero con colores y un mensaje fuerte y espiritual”.
NO.
Tatuar no es solo poner tinta. Es sostener el momento, la piel, la historia y a veces los silencios incómodos.
Al principio, elige bien a quién tatuas.
Tu entorno puede hacerte sentir más insegurx que la máquina.
La línea te sale torcida.
La sombra parece un hematoma.
El stencil se borra.
La clienta te dice que “le duele”.
Normal. Te estás formando. Estás aprendiendo. Estás rayándote. Está bien.
El error no es errar.
El error es creerte una estafa por no ser increíble al primer intento.
(Y si nadie te lo ha dicho aún: estás haciendo más de lo que crees.)
En Tattoox Academy lo sabemos bien. Por eso enseñamos a tatuar desde lo técnico y desde lo emocional. Porque si el trazo sale perfecto pero tú estás hecho polvo… no sirve.
Así que anota tus fallos. Ríete un poco de ellos. Haz un sticker con tu primer fail.
Y sigue.
Porque el tattoo es eso: un arte imperfecto hecho por personas imperfectas sobre pieles imperfectas. Y sin embargo… es hermoso.
Sí, tú, que estás leyendo. Te va a pasar. Y te juro que también vas a superarlo.
Y si quieres que te lo contemos de frente, con grip en mano, te esperamos en el bootcamp.