Hace miles de años, el sol no era solo una estrella.
Era un dios.
Una guía.
Una promesa de que después de la oscuridad, siempre volvería la vida.
En Egipto, Ra lo era todo.
Y tatuarse el sol egipcio no es solo rendirle homenaje.
Es reclamar esa fuerza como tuya.
Como si dijeras: yo también he vuelto a salir,
yo también he renacido tras mil noches.
No hablamos del sol genérico.
Hablamos del disco solar egipcio, ese que brilla entre jeroglíficos, alas abiertas y ojos que lo ven todo.
Un tatuaje de sol egipcio puede hablar de:
Depende de lo que quieras que ilumine:
Algo que ya estaba antes de ti.
Y que seguirá después.
Es tatuarte una promesa de luz,
una memoria sagrada,
un poder que no necesita explicarse.
No es una moda.
Es una brújula.
Una llama antigua que eliges llevar como talismán.